¡¡¡ Vamos a la cama que hay que descansar !!!
Aquí está el enlace si deseáis recordar la
cancioncita:
La intensiva y prolongada convivencia con los hijos va a poner a
prueba nuestras habilidades educativas. Una de ellas es la de acostarles todas
las noches.
¿Le ocupa y le preocupa el tema? Sí. Entonces, puede seguir
leyendo.
¿No le interesa ni le preocupa? No. Pues, puede dejar de leer los
siguientes comentarios.
Los cambios a los que nos ha obligado el coronavirus no tienen que
alterar nuestros hábitos fundamentales de vida en familia.
Mantener las rutinas del sueño y la vigilia son buenos para los
niños… y para los padres.
¿Qué tiene de positivo y de negativo mantener estos hábitos?
Positivo al
mantener los hábitos:
·
Las rutinas son de gran utilidad para
el niño y para la convivencia familiar.
·
Es beneficioso mantener la regularidad
de sueño y vigilia en paralelo con las horas de luz y de oscuridad.
·
Pasados unos días, los niños se
acostumbran y las aceptan con relativa facilidad.
·
El resto de la jornada se ve
favorecida por un buen descanso.
Negativo al
mantener los hábitos:
·
Requiere de un plan de actuación firme
y acordada en pareja. Las acciones aisladas y puntuales no conforman los
hábitos.
·
Hay que aceptar sus quejas y sus
lloros aunque nos duela el malestar que nos muestra “nuestro querido retoño”.
·
Hay que superar la idea de que somos
malos padres por “someterles a la tortura de la reclusión en la cama”.
·
Hay que ser constantes y tener visión a
medio/largo plazo.
¿Cómo? Algunas
reglas fundamentales:
·
Avisarle unos minutos antes de que
pronto se tiene que ir a dormir.
·
Dedicarle un tiempo, unos 20 – 30 minutos,
a darle atención exclusiva y afectuosa, durante el aseo, el acostarse, el
cuento y la despedida final.
·
Después de la despedida, minimizar las
conversaciones y los contactos en el caso de que los provoque. Minimizar es
minimizar, lo mínimo posible. Frases cortas y simples: “No”, “mañana”, “vale”,
“a dormir”, etc.
·
Evitar todo tipo de riñas,
recriminaciones o quejas por nuestra parte como, por ejemplo: “ya está bien”, “no
seas pesado”, “estoy harto/a”, “cállate de una vez”, etc.
·
Mantener la paciencia y reforzar la
constancia en las pautas de actuación. De este modo, el niño acepta las rutinas
como algo normal de la vida.
Ahora, usted
decide:
Ø
Le dejamos que él disponga cuando se
acuesta y, consiguientemente, aceptamos los inconvenientes correspondientes, no
quejándonos de los malos tragos que conlleva el acostarse tarde.
Ø
Trabajamos para establecer una rutina,
aunque nos suponga tener que aceptar sus muestras de queja y de pena.
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