viernes, 20 de marzo de 2020

VAMOS A LA CAMA QUE HAY QUE DESCANSAR.


¡¡¡ Vamos a la cama que hay que descansar !!!

     Quizás a algunos os suene la frase. A vuestro padres seguro que les trae muchos recuerdos.









                                             




Aquí está el enlace si deseáis recordar la cancioncita:

La intensiva y prolongada convivencia con los hijos va a poner a prueba nuestras habilidades educativas. Una de ellas es la de acostarles todas las noches.
¿Le ocupa y le preocupa el tema? Sí. Entonces, puede seguir leyendo.
¿No le interesa ni le preocupa? No. Pues, puede dejar de leer los siguientes comentarios.
Los cambios a los que nos ha obligado el coronavirus no tienen que alterar nuestros hábitos fundamentales de vida en familia.
Mantener las rutinas del sueño y la vigilia son buenos para los niños… y para los padres.
¿Qué tiene de positivo y de negativo mantener estos hábitos?

Positivo al mantener los hábitos:
·     Las rutinas son de gran utilidad para el niño y para la convivencia familiar.
·     Es beneficioso mantener la regularidad de sueño y vigilia en paralelo con las horas de luz y de oscuridad.
·     Pasados unos días, los niños se acostumbran y las aceptan con relativa facilidad.
·     El resto de la jornada se ve favorecida por un buen descanso.

Negativo al mantener los hábitos:
·     Requiere de un plan de actuación firme y acordada en pareja. Las acciones aisladas y puntuales no conforman los hábitos.
·     Hay que aceptar sus quejas y sus lloros aunque nos duela el malestar que nos muestra “nuestro querido retoño”.
·     Hay que superar la idea de que somos malos padres por “someterles a la tortura de la reclusión en la cama”.
·     Hay que ser constantes y tener visión a medio/largo plazo.

¿Cómo? Algunas reglas fundamentales:
·     Avisarle unos minutos antes de que pronto se tiene que ir a dormir.
·     Dedicarle un tiempo, unos 20 – 30 minutos, a darle atención exclusiva y afectuosa, durante el aseo, el acostarse, el cuento y la despedida final.
·     Después de la despedida, minimizar las conversaciones y los contactos en el caso de que los provoque. Minimizar es minimizar, lo mínimo posible. Frases cortas y simples: “No”, “mañana”, “vale”, “a dormir”, etc.
·     Evitar todo tipo de riñas, recriminaciones o quejas por nuestra parte como, por ejemplo: “ya está bien”, “no seas pesado”, “estoy harto/a”, “cállate de una vez”, etc.
·     Mantener la paciencia y reforzar la constancia en las pautas de actuación. De este modo, el niño acepta las rutinas como algo normal de la vida.

Ahora, usted decide:
Ø  Le dejamos que él disponga cuando se acuesta y, consiguientemente, aceptamos los inconvenientes correspondientes, no quejándonos de los malos tragos que conlleva el acostarse tarde.
Ø  Trabajamos para establecer una rutina, aunque nos suponga tener que aceptar sus muestras de queja y de pena.

                                                                                                                                          
                                                                                                                                             
          
                    Marcelino Ruiz de Arcaute Martínez
                Psicólogo. Nº de colegiado: M-27251
                           mruizdea@gmail.com
                                      

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